La Embajada de Estados Unidos en México lo reportó desde hace más de siete años: la privatización de empresas del Estado que inició el ex presidente Carlos Salinas de Gortari dejó sin beneficios al “mexicano promedio” mientras que, como ocurrió con la venta de Teléfonos de México (Telmex), un grupo de empresarios y políticos se convirtieron en los más ricos del mundo.
Así lo planteó en julio de 2008 el entonces Embajador Antonio Garza en un cable diplomático titulado “¿Quiénes son los líderes empresariales más ricos de México?”, difundido desde 2011 por Wikileaks junto con otros cientos de documentos generados en la representación norteamericana.
“Varias de las dinastías empresariales que poseen estos individuos despegaron en los años 90, cuando el entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari (del PRI) comenzó el desmantelamiento de la centralizada economía Mexicana”, dice el cable 8MEXICO2187-a, firmado por Garza.
“Salinas vendió más de mil compañías del Estado, desde metalúrgicas hasta ferroviarias. Desafortunadamente, en algunos casos, estas privatizaciones terminaron creando monopolios en el sector privado, beneficiando a un grupo de empresarios listos y políticos mientras dejaban en el frío al mexicano promedio”, agrega.
El cable fue escrito luego de que la revista Forbes publicara, en abril de 2008, que Carlos Slim había reemplazado a Warren Buffet como el segundo hombre más rico del mundo y para explicar, dice, cómo es que él y otros nueve mexicanos están en esta lista de multimillonarios mientras un 40 por ciento de la población vive en pobreza.
Y si bien es difícil generalizar, dice el texto, “algunos de ellos claramente se aprovecharon de las deficiencias de las instituciones mexicanas y de sus relaciones con importantes figuras políticas para expandir su riqueza”.
El ejemplo clásico de este tipo de enriquecimiento, dice el cable, es la “favorable” privatización de Teléfonos de México que le dio a Slim un monopolio intacto, le eliminó la competencia por años y le dio la única concesión de teléfonos celulares en el país.
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Así, plantea la información, Slim llegó a las “grandes ligas” de los multimullinarios y generó los 60 mil millones que se le estimaban entonces, equivalentes al seis por ciento del Producto Interno Bruto.
“Cuando Slim y sus socios compraron Telmex en 1990, el Gobierno les dio términos extremadamente favorables. El Gobierno de México no sólo le vendió el monopolio de Telmex intacto, sino que prohibió la competencia durante seis años después de la privatización”, dice. “Mientras que en países como Estados Unidos se les prohibió a compañías regionales ofrecer larga distancia y servicio celular en la misma zona, Telmex tuvo que hacer todo esto al mismo tiempo, y en todo el país. Ganó, de hecho, la única concesión a nivel nacional para telefonía celular, mientras que los rivales tuvieron que conformarse con concesiones regionales. Cuando se permitió la competencia en larga distancia, las compañías extranjeras estuvieron limitadas a una pequeña porción del negocio de las líneas fijas”, agregó el cable.
El Embajador reportó también que Telmex controlaba entonces nueve de cada 10 lineas en el país, mientras que América Movil, también de Slim, a través de su subsidiaria Telcel, tiene el 73 por ciento de la telefonía cellular de México”.
Slim, dueño de Grupo Carso, encabeza esa lista de dueños de las fortunas más grandes de México, seguido de Alberto Bailleres, dueño de Grupo Bal, principal productor de oro y plata en el país e hijo del fundador del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), y de Germán Larrea Mota Velasco, dueño de la minera de cobre Grupo México.
Los dos primeros tienen ahora empresas interesadas en obtener contratos de los negocios derivados de la Reforma Energética: Slim formó Carso Oil and Gas y Bailleres formó Petrobal, que el pasado 30 de septiembre ganó la segunda licitación de la primera ronda para explotar hidrocarburos en la cuenca del sureste.
La misma lista reportada por la sede diplomática incluyó a Ricardo Salinas Pliego y familia, dueño de TV Azteca y también beneficiario de una privatización; a Jerónimo Arango, que vendió sus tiendas Aurrerá y se convirtió en accionista de Wal–Mart; Roberto Hernández, que vendió Banamex a Citigroup; Emilio Azcárraga, dueño de Televisa; Isaac Saba, dueño de la farmacéutica Casa Saba y socio de Telemundo; Alfredo Harp Helú, también beneficiario de la venta de Banamex; y a Lorenzo Zambrano, el décimo más rico entonces, dueño de Cementos Mexicanos (Cemex).