La pequeña esvástica que la grúa Titán tiene grabada en una de sus anclas desvela el pasado nazi de esta máquina flotante, que fue construida para reparar barcos durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania y que, por razones del destino, acabó operando en el Canal de Panamá.
«Es la grúa más grande en la historia del Canal», reconoció a Efe el capitán de la nave, Braulio Girón, sentado frente a la mesa de su despacho que se ubica en la misma grúa.
Pero, ¿cómo llega esta mole de metal al país centroamericano?
Hitler mandó construir a principios de la Segunda Guerra Mundial 4 grúas flotantes de enormes dimensiones, que superaban en potencia a la maquinaria enemiga pero derrotado el nazismo, los aliados se repartieron un botín de guerra que incluía estas 4 «joyas del Tercer Reich».
Estados Unidos se quedó con la grúa Titán, la única que parece que sigue funcionando más de 70 años después de ser construida.
Titán, una auténtica «diosa mecánica», vivió una larga temporada en el astillero militar de Long Beach, en California, Estados Unidos, pero el 19 de septiembre de 1999 la Armada estadounidense se la llevó a Panamá, pocos meses antes de que el Canal pasase definitivamente a manos panameñas.
Desde entonces, este amasijo de hierro e historia, que pesa 5.000 toneladas y mide 112 metros de altura, se eleva imponente sobre el Canal y la selva del país istmeño.
«Yo te aseguro que tú compras ahora una grúa nueva y no te va a durar tanto. Es impresionante cómo construían los nazis», apuntó el capitán Girón.
«La tecnología alemana sigue siendo todavía puntera», matizó el jefe de máquinas de la grúa, Benny Cortés.
Pintada de rojo y blanco, Titán sale a operar al menos una vez a la semana. Los días que libra, descansa anclada a orillas del Canal, en la División de Dragados del área de Gamboa, un zona de selva a unos 30 kilómetros al norte de la capital.
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Es la única grúa de todo el Canal capaz de alzar un peso de hasta 350 toneladas. Su labor consiste principalmente en llevar a tierra los botes y los remolques, que operan en la vía marítima guiando a los grandes barcos, para que sean reparados. En alguna ocasión, también ha transportado las pesadas compuertas de las esclusas.
De hecho, su primer trabajo nada más llegar a Panamá en 1999 fue colocar dos compuertas en la cámara oeste de las Esclusas de Miraflores, que son las más cercanas al océano Pacífico y a la capital panameña.
Ahora, y después de haber sobrevivido a las bombas de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, el principal enemigo de esta grúa sexagenaria es el moho, provocado por la elevada humedad tropical, que le oxida parte de su estructura.
«Yo me opuse a que la trajeran. Necesitaba demasiado mantenimiento. No está fabricada para trabajar en un país como éste con tanta agua y tanta humedad. Cada arreglo son 2 millones de dólares como mínimo», comentó el capitán Girón, que lleva al frente de la grúa 16 años.
Aún así, la Autoridad del Canal de Panamá quiere extenderle la vida 10 años más porque es más económico «coser los descosidos» y arreglar las averías, que comprar una nueva máquina de las mismas características.
«Grúas como ésta cuestan ahora mismo en el mercado entre 50 y 60 millones de dólares», reconoció el capitán.
Titán, que es una especie de museo flotante, ha despertado la curiosidad de importantes canales de televisión, como Discovery Channel o National Geographic, que le han dedicado reportajes y documentales.
La mayor parte de su estructura sigue siendo original e incluso conserva motores y generadores de la compañía alemana Siemens-Schuckert, y hasta cuenta con un fantasma al que los trabajadores llaman «El Alemán» y que sale por la noche.
«El Alemán te agarra y te habla por la espalda. Su presencia se siente por todos los lados», explicó convencido el aceitador Arturo Moreno, que confesó sentir «miedo» cuando se queda solo de guardia.