Un análisis del Bank of América–Merrill Lynch promovió, en 2013, la mejor noticia para captar inversiones extranjeras en México: por primera vez, el salario por hora en el país era más bajo que en China; casi un 20 por ciento.
La caída del salario, planteada en el análisis como una “ventaja”, mostraba que en los últimos 10 años el ingreso de los mexicanos había contraído tres veces su valor frente al percibido por la población del país asiático que, en 2003, ganaba un 188 por ciento menos que aquí.
Entrevistado por la agencia Reuters, el economista en jefe de la firma Bank of America–Merrill Lynch y ex analista de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y del Banco de México (Banxico), Carlos Capistrán, dijo que esta caída en los salarios –presionados, explicó, por el aumento poblacional–, eran una “ventaja competitiva” tan importante que incluso superaban los beneficios de las reformas de Enrique Peña Nieto.
“Ahora la gente está emocionada con México por las reformas. Pero cuando me pregunto: ‘¿qué es lo más importante que tiene México en términos de crecimiento?’ Es el bono demográfico”, dijo Capistrán en la nota de Reuters.
El comparativo en el nivel de ingresos apareció citado este año en un artículo que analiza el impacto del modelo de libre mercado en la calidad de vida de los mexicanos y que plantea que los bajos salarios son una explicación de la pobreza y la precariedad laboral y, éstas, parte de la criminalidad que ha convertido el homicidio en la principal causa de muerte entre la población de 15 a 44 años; es decir, en edad productiva.
Por ese motivo, explica el artículo escrito por la médico social Asa Cristina Laurell y publicado en International Journal of Health Services (o Revista Internacional de Servicios de Salud), la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa muestra la punta del iceberg en el que están decenas de miles de muertes por homicidio y más de 26 mil desapariciones.
“Hay una conciencia cada vez mayor en México de que estos eventos son el resultado de tres décadas de neoliberalismo, incluyendo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Estados Unidos y Canadá. La razón de esta interpretación es que la adopción del ajuste fiscal y de reformas estructurales ha destruido la estructura productiva industrial y agrícola del país, así como sus instituciones sociales públicas”, dice la introducción del artículo.
“Este proceso ha polarizado a la sociedad entre un grupo minúsculo de personas muy ricas y una gran mayoría cada vez más empobrecida. Los más afectados son los jóvenes que no pueden conseguir un trabajo o una oportunidad para la educación. Al mismo tiempo, los medios de comunicación han promovido un individualismo y consumismo al extremo, catalogando a las personas como ‘perdedoras’ o ‘ganadoras’ con base en la riqueza personal y el poder, en congruencia con la ideología neoliberal”, agrega.
El artículo revisa lo que la autora denomina las alteraciones políticas, económicas y sociales que han resultado de los más de 30 años transcurridos desde que, en 1983, México, sacudido por una crisis económica, aceptó la “receta” del Fondo Monetario Internacional para reducir la inflación, aplicar reformas estructurales y liberalizar el mercado.
Pero el resultado del ajuste, dice Laurell, fue una dramática redistribución entre el capital disponible (que aumentó 48 al 64 por ciento entre 1982 y 1988) y el trabajo (que se redujo de un 42 al 29 por ciento), una caída del 30 al 40 por ciento en los salarios, aumento en el desempleo y reducción del 35 por ciento del gasto social.
Entre 1990 y 2012, agrega, si bien el Producto Interno Bruto creció menos que en las décadas anteriores (sólo un 1.2 por ciento), el promedio de ingresos como producto del trabajo se estacionó, “lo cual indica una distribución en el ingreso regresiva”. Los salarios mínimos, mientras, siguieron a la baja, al caer 26 por ciento entre 1994 y 2014 (5.5 dólares diarios de finales de marzo pasado).
Otros saldos mencionados son los más de 12 millones de mexicanos que han emigrado a Estados Unidos y el 58 por ciento de la población económicamente activa que, para 2014, se contaba en el sector informal.
En ese periodo también, y gracias a las privatizaciones de empresas estatales a bajo costo, se creó una oligarquía nacional y trasnacional que ha “capturado” el poder político y debilitado la democracia representativa a través de un proceso marcado por la corrupción, la represión y la violencia.
El TLC, por su parte, devastó el campo y dejó a los agricultores en desventaja frente a los subsidiados agronegocios de Estados Unidos; proceso en el que México se convirtió en importador neto de productos agrícolas y que culminó, agrega el análisis, en 2008, cuando concluyó la protección a la tarifa de granos básicos como el frijol y el maíz.
En ese tiempo se expandieron los cultivos de opio y mariguana y, también, menciona el análisis, la economía criminal empezó a jugar un papel creciente; el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió el control que tenía sobre los cárteles y surgió una especie de narco-Estado. La infiltración del dinero del narcotráfico en diferentes sectores de un país con los índices de crecimiento económico más bajos de América Latina da gran importancia a los giros criminales, lo cual explicaría, dice el estudio de Laurell, que la guerra contra las drogas no haya perseguido el dinero de los cárteles.
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“La frontera entre el Estado de Derecho y el Estado de excepción es borrosa. El ajuste económico estructural con la liberalización y las privatizaciones ha provocado crisis recurrentes, pero ha sido mantenido, conduciendo a la destrucción de la estructura nacional en favor de las corporaciones supranacionales, particularmente financieras”, dice el texto.
“La asociación entre la economía criminal y la criminalidad económica también se discute. La privatización de los beneficios sociales y los servicios requiere subsidios del Estado que permiten la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas. El impacto social de este proceso ha sido devastador, con una polarizada distribución del ingreso, salarios en caída, aumento del empleo precario, desigualdad en aumento y violencia extrema”, agrega.
El título del artículo, comenta la autora en entrevista, fue decidido a medida que avanzaba con la acumulación de los datos disponibles públicamente sobre política económica, desigualdad y criminalidad: “Tres décadas de neoliberalismo en México. La destrucción de la sociedad”.
DAÑOS A LA SALUD DE LOS MEXICANOS
Cirujana, epidemióloga, doctora en Sociología, la investigadora Asa Cristina Laurell fue también una de las fundadoras del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y, entre 2000 y 2006, Secretaria de Salud del Distrito Federal con el entonces Jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador.
Antes fue coordinadora de la Maestría en Medicina Social de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM); disciplina que analiza el contexto histórico en el que se generan las enfermedades y en la cual está considerada una de las autoras más importantes en América Latina.
Desde esa perspectiva, en su estudio sobre los 30 años de neoliberalismo plantea que el aumento en la mortalidad por diabetes y enfermedades isquémicas del corazón –cuya tasa, cita el texto, aumentó de 46 a 77 por cada cien mil habitantes entre 2000 y 2012 en el caso de la primera, y de 43 a 67 en el caso de la segunda– son también evidencia del impacto de este modelo económico en el estilo de vida y en la salud de la población, caracterizadas ambas por un “estrés crónico” a nivel social e individual, así como el reemplazo de la dieta tradicional por la comida “chatarra”.
Estos indicadores, agrega el análisis, son los más altos entre países latinoamericanos con producción nacional similar, como Argentina, Brasil o Chile. El caso de la muerte por diabetes, especifica el estudio, llegó a ser hasta cuatro veces más alto que los países mencionados en 2013.
En ese contexto aparecen también las muertes por homicidio, sobre las cuales el artículo muestra un tabulador en el que se observa que los asesinatos de hombres aumentaron a más de doble entre 2000 y 2012, al pasar de nueve mil 442 a 22 mil 986. El impacto, dice, fue sobre todo entre los hombres en edad productiva, como el grupo de entre 15 a 44 años, cuyas muertes aumentaron un 160 por ciento al pasar de seis mil 538 a 17 mil 54 casos.
En entrevista, Laurell hace notar otro dato que dice considerar también de alarma y que fue difundido en 2014 por el Colegio de México en el estudio “El estancamiento de la esperanza de vida en México en la primera década del Siglo 21: el Impacto de las muertes violentas” y que expone cómo, después de años de crecimiento, este indicador bajó de 73 a 72 años entre 2000 y 2010; la mitad de esta reducción por causa de la violencia.
“La reversión de la esperanza de vida esencialmente ha ocurrido en dos o tres situaciones. La primera, durante las guerras, y yo creo que, independientemente de cómo se llame, claro que en México vivimos una violencia comparable con la de una guerra; y otra es durante cambios socioeconómicos muy abruptos, como fue el caso de los países socialistas cuando cambiaron y asumieron el modelo neoliberal”, dice Laurell en entrevista. “Por eso le llamé la destrucción de la sociedad”, agrega.
En la conversación, Laurell precisa que ahora es integrante del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) formado por López Obrador. Pero lo ocurrido en los últimos 30 años en México, dice, no es cuestión de ideología ni de un “pleito de populistas”.
“Hay todo un proceso comprobable sobre lo que ha pasado en México, y ahí está; sólo hay que juntar los datos de ese proceso”, comenta.
SinEmbargo envió un correo electrónico al analista de Bank of America–Merrill Lynch consultando si consideraba que los bajos salarios de México tenían alguna relación con la violencia pero, al cierre de este artículo, no había sido respondido.